7 de mayo de 2012

Veintisiete quince


Era inevitable. Siempre que se cruzaba con ella las palabras veintisiete quince le venían invariablemente a la cabeza.

A pesar de repetidos esfuerzos por entender tan pintoresca asociación nunca había conseguido descifrar el significado de aquellos dos números ni mucho menos porqué estaban tan íntimamente relacionados con ella. No era una fecha ni tampoco parte de su número de despacho ni de teléfono. "Misterios del subconsciente", se repetía a si mismo, rindiéndose a la evidencia de que nunca encontraría la conexión.

Hasta aquella tarde de verano. Quiso el azar que se encontraran casualmente en un café del parque. Después el calor estival y el vino hicieron el resto. Acabaron enzarzados en una apasionada conversación que les llevó del café del parque al bar del barrio, del bar del barrio al sofá del apartamento de él, y finalmente del sofá de él a la cama de ella.

Fue a la mañana siguiente, mientras él, aprovechando los primeros rayos de Sol que se colaban por el balcón, la acariciaba dulcemente y estudiaba cada rincón de su cuerpo. Ella se desperezó cual gato y susurró aún medio en sueños:

- ¿Qué haces? 

- Cuento tus pecas.

- ¿De verdad? Y... ¿cuántas tengo?


Preguntó ella de manera coqueta y ligeramente sorprendida pues nunca antes en su vida  alguien había mostrado interés alguno por sus pecas.

- Veintisiete grandes, quince pequeñas.
 

2 comentarios:

Fran dijo...

Es muy poético. A veces me pregunto que pasaría si encapsulásemos nuestros textos en powerpoint con fotos de flores, cachorros y puestas de sol. ¿Se los pasarían de manera viral las abuelas?

Anónimo dijo...

Esto es muy bonico!